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La aparición de podcast dirigidos por jugadores y exjugadores nos está permitiendo ver un lado más humano de los jugadores que los visitan, pues el ambiente generado por el que es o ha sido un compañero de profesión les resulta mas agradable que el que se tendría con un periodista, por mucha cercanía que se tenga. Hay algunos más de análisis como el de JJ Redick y otros más de tertulia como los de Jeff Teague, Paul George o, el más reciente, el de Josh Hart y Jalen Brunson. Pues, en este caso, John Wall fue a visitar a Mike Miller y Udonis Haslem a The OG’s Show.

John Wall fue el número 1 del draft de 2010. Arrasó en Kentucky y llegó a la Washington dispuesto a arrasar con la liga. Promedió 16 puntos con 8 asistencias y quedó segundo en el premio del ROY sólo por detrás de Blake Griffin, que aunque fuese de segundo año, podía optar al premio por no haber jugado en la primera temporada. Estuvo nueve temporadas en Washington y pudo ser 5 veces all-star desde la 2013-2014 hasta las 2017-2018. Pero fue en este último año cuando empezaron los baches y una pequeña operación de rodilla en enero le tuvo dos meses parado, se recuperó, acabó la temporada, y en ese mismo año, en diciembre, una lesión en el talón del pie izquierdo le aleja de las canchas durante toda la temporada. Si esto no había sido suficiente, una infección de la cirugía durante la recuperación le fracturó el tendón de Aquiles, una de las peores lesiones que puede sufrir un jugador de baloncesto.

«Para mi, todo sucedió muy rápido. En un lapso de tres años, pasé de estar en la cima del mundo a perder casi todo lo que me importaba. En 2017, estoy saltando sobre la mesa del comentarista celebrando ganar el sexto partido contra Boston y soy el rey de la ciudad. Siento que seré un Wizard de por vida. Y un año después, me rompo el Aquiles y pierdo el único santuario que he tenido en mi vida: el baloncesto. Tuve una infección tan grave por culpa de las cirugías que casi tengo que amputarme el pie. Y un año después perdí a mi mejor amiga en el mundo, mi madre, por un cáncer de mama».

La vorágine en la que vive el jugador NBA es incontrolable. Las cosas pasan tan rápido que en cualquier momento puedes perder el control. Los focos, la exposición y la fama hacen olvidar al espectador medio que estos jugadores son humanos todo el día y que las cosas les afectan. Se espera siempre la perfección de ellos y más de un jugador franquicia como fue John Wall. La inmediatez y las prisas truncan, no solo proyectos, sino la estabilidad emocional de muchas de estas estrellas que viven llevando su mente y cuerpo al límite.
Sigue: «Dos veces quise suicidarme, pero pensé: ‘Hombre, si me alejo de esta tierra, estaré fallando a mis hijos. ¿Quién estará ahí para criarlos?’ Salió un vídeo en el que hacía gestos de pandillas callejeras y cosas por el estilo. Fue cuando estaba en mi momento más oscuro, tratando de encontrar la felicidad. Yo sé como es, y trato de decirle a la gente que el tema de la salud mental es muy serio. Tuve que ir a buscar terapia después de todo eso. Si no fuera por mis dos hijos me habría suicidado. Me puse una pistola en la cabeza hasta en dos ocasiones y mis amigos y gente cercana en ese momento, no lo sabían».
Tras no disputar ni un partido en la 2019-2020 debido a esta terrible infección, es traspasado a Houston en un intercambio con Russel Westbrook. Tras jugar pocos partidos en ese inicio de temporada, James Harden pide salir traspasado y los Rockets se convierten en un desierto. Jugó 40 partidos antes de sufrir una lesión en el tendón de la corva y, aunque podría haber vuelto antes de que se acabase la temporada, los Rockets decidieron no hacerle jugar para tankear y subir puestos intentando conseguir el número 1 del draft. Esto no gustó nada a Wall y, tras un conflicto con la gerencia del equipo, se tiró toda la temporada siguiente sin jugar alejado de la plantilla. En tres temporadas con los rockets, jugó solo 40 partidos y ganó más de 120 millones de dólares. En una entrevista en NBC Sports en 2020 ya confesó que había pensando en suicidarse. Ese año era el segundo jugador mejor pagado de la liga.

Tras poder abandonar los Rockets de una vez por todas, fue a los Clippers, dónde le dieron la oportunidad de volver a ser un jugador NBA haciéndole un hueco para que jugase desde el banquillo. Jugó 34 partidos promediando 11/5 en 22 minutos. Pero tras un traspaso a 3 bandas, volvió a acabar en Houston dónde fue cortado. Ahora sin equipo, aprovechó la visita al podcast para ofrecerse a los Miami Heat: «Creo que podría ayudarlos mucho».

Que rápido pasa todo para un jugador NBA ¿eh? El tiempo no solo pasa para nosotros los mortales. En un periodo corto de tiempo pasas de ser el jugador franquicia, a una lesión que puede alejarte del deporte que amas para siempre, a volver a encontrarte con otro equipo en otra ciudad, a una lesión que te hace volver a dejarlo y encima discutir con la franquicia, volver a nacer en un equipo aspirante y que en seis meses te vuelvan a mandar al sitio dónde nunca quisiste estar para finalmente ser cortado y sin equipo. Su explosividad, estilo de juego y sonrisa permanente le hicieron un jugador muy querido por todos los fanáticos que consumíamos NBA en ese entonces, y escuchar estas declaraciones tan duras es como sentir que siempre tuviste el problema delante y nunca te diste cuenta. Ojalá esta valentía de hablar de la salud mental y de los problemas que existen en todas las personas, tengan el status que tengan, sirva para que el aficionado se de cuenta de que los jugadores no son máquinas que solo juegan partidos y, que detrás del tiempo que pasan bajo los focos en el pabellón, hay una persona que va a casa y tiene una familia y unos duelos que tiene que solucionar. Espero volver a ver a John Wall alguna vez en una cancha NBA y que haya conseguido sobreponerse a estos episodios depresivos. Si alguna vez crees que no eres capaz de cargar con todo, pide ayuda. Hay muchísima gente dispuesta a ayudarte a salir de eso.
